A.M.D.G.
EL FIN DE LA CREACION
Dios ha creado todas las cosas. Todo ha sido hecho por EL, y nada ha sido hecho sin EL. Él es quien da vida a todo, la respiración y todas las cosas; porque en El tenemos la vida, el movimiento y el ser.
Las criaturas tienen un objeto, existen para un fin. Y ese fin no puede ser otro que Dios. Dios no ha podido crear sino para sí mismo; las criaturas no pueden existir sino para EL y para su gloria.
Nada existe sin Él, nada existe sino para EL. Todo viene de EL, todo va a EL. Él es el principio único, Él es fin total. ES imposible que algo exista si no es por su poder; e imposible es que nada exista sino para su gloria. Su poder es la única razón de ser de las cosas como principio; su gloria es la única razón de ser como fin.
Y si la gloria de Dios es la única razón de ser, y el único fin de las cosas, ella es también su único bien, porque no puede haber para un ser otro bien esencial que su único fin. EL bien es lo que todo ser desea y busca; y lo que todo ser desea y busca, es para él su fin. El fin es, pues, para todo ser su verdadero bien. Y como la gloria de Dios es el único fin esencial de los seres, es también su único bien verdadero. "El único y soberano bien, dice san Agustín, se llama fin." Los medios para llegar al fin no son bienes sino en cuanto sirven para alcanzar este fin. En los bienes no hay más bien verdadero, que lo que conduce al fin.
Entonces, todo ha sido hecho por Dios; yo también he sido hecho por EL. Él es el que me ha dado el ser, y, por tanto, también he sido hecho para Dios, para EL únicamente. Sólo Él es mi fin esencial, mi fin total; Él es la razón de mi existencia, el único fin de mi vida. NO tengo otra razón de ser que su gloria; no existo sino para procurar este único bien. Para EL, y únicamente para EL, vivo; para EL muero, y para EL viviré en la eternidad. NO es para mí para quien vivo, ni para quien muero.
La gloria de Dios es todo el fin de mi vida. Si no la procuro, no tengo razón de ser; para nada sirvo, nada soy. Si no vivo para procurar su gloria, no hay nada que pueda justificar mi existencia.
Teme al Señor y guarda sus mandamientos; esto es lo que dice la Sagrada Escritura. Eso es todo el hombre. ¿Para qué debo, pues, crecer en la tierra? Para Dios y para su gloria. Todo lo que yo he recibido de fuerzas, de facultades y recursos, todo lo que me ha sido impuesto como ley y obligación, todo lo que me es dado como medios y auxilios, todo ha sido en orden a este término final: la glorificación de la soberana Majestad de Dios. MI alma y mi cuerpo, mi espíritu, mi corazón y mis sentidos, mis días y mis noches, mi actividad y mi descanso, mi vida y mi muerte, todo debe alabar a Dios y darle gloria. Esto es todo el hombre, el todo de su vida, la plenitud de su existencia.
Entonces, primero, la gloria de Dios. Este es el fin principal. Y en segundo lugar, mi felicidad. Este es el fin secundario de mi vida. HE sido creado para ser feliz; este es también el fin de mí ser; todo en mí aspira a la felicidad; desea, reclama y busca la felicidad; es la necesidad irresistible de mi naturaleza. La felicidad en este mundo y la felicidad en la eternidad; esta necesidad es tan profunda que sólo Dios puede llenar.
MI felicidad depende de la gloria de Dios. La gloria de Dios va primero, luego, como consecuencia, viene mi felicidad. En todo, el honor de Dios debe ser lo primero; mi felicidad solo viene después; en todo, la gloria de Dios debe ser la regla.
EL USO DE LAS CRIATURAS
La existencia que Dios me ha dado no puedo conservarla por mí mismo. Solo Dios tiene la existencia en sí mismo; yo no tengo la vida en mí mismo; ni mi cuerpo ni mi alma encuentran en sí los medios para sobrevivir; es preciso que los busque fuera de mí mismo y que los pida a las otras criaturas; para esto han sido creadas, para que yo haga uso de ellas.
Y por criaturas entendemos de una manera universal todo lo que no es Dios, todo lo que ha sido creado. Por consiguiente, lo mismo las cosas espirituales como las cosas materiales: la gracia, las virtudes, la Iglesia, etc.; los alimentos, las plantas, todo lo que ha sido hecho en el mundo espiritual y en el mundo material o corporal. Y no solamente todo lo que ha sido hecho, sino también todo lo que sucede cada día, los acontecimientos que ocurren... todo está dentro de lo que conocemos como criaturas.
Entonces, las criaturas son para que yo haga uso de ellas. Dios me las ha dado. Y como habíamos dicho, todo lo ha creado Dios para sí mismo. Pero si me concede el uso de las criaturas, me lo concede principalmente para EL; es con el único fin que tienen todas las cosas: la gloria de Dios. Entonces, las criaturas no son otra cosa que medios de procurar la gloria de Dios... medios, instrumentos propios para este trabajo, creados, dispuestos y dados principalmente con este fin. Medios e instrumentos... esencialmente las criaturas no tienen, respecto de mí, más que éste único destino. Medios e instrumentos de la glorificación divina. En último término, no me son dadas ni para ellas, ni para mí, sino para la gloria de Dios.
NO debo, pues emplearlas sino como se emplean los instrumentos. ¿Y cómo se emplean los instrumentos? Se les emplea en el trabajo para el cual han sido hechos. Así nos servimos de un cuchillo para cortar, de los lentes para mirar, de un carro para trasladarnos de un lugar a otro. Sólo los ignorantes y los niños que ignoran lo que es un instrumento, se sirven de estos objetos de manera ridícula. Ningún hombre inteligente emplea un instrumento para otra cosa que para la que fue hecha.
Las criaturas, todas las criaturas, no son esencialmente, para mí, otra cosa que instrumentos... instrumentos dispuestos para la santificación del nombre de Dios, para la gloria de Dios; ese es su destino esencial. Nada debe ponerse en contacto con mi vida, si no es con este fin superior.
Ahora bien, hay, en efecto, para mí, en las criaturas, placeres infinitamente variados. Placeres materiales de la vista, del oído, del olfato, del gusto, del tacto; las bellezas de la naturaleza y de las artes, los encantos de la música, el perfume de las flores, el sabor de los alimentos, etc. Placeres morales como el de la familia, el de la amistad, de la práctica de la virtud, etc. Placeres intelectuales como de la literatura y de las ciencias, de la contemplación de la verdad. Placeres sobrenaturales como la oración y las otras prácticas religiosas. ¿Para qué ha puesto Dios placer en esas cosas?
Hay que tomar en cuenta que dichos placeres los encontramos en las criaturas, y que las criaturas son medios e instrumentos. Y el placer que Dios ha puesto he ellas, lo ha puesto para facilitar su uso, el uso de dichos instrumentos. Además, detrás de cada placer, hay un deber que hay que cumplir. En la comida hay un cierto nivel de placer, con el fin de que comiendo, trabajemos para la gloria de Dios... de no ser así, a nadie le gustaría comer. El placer siempre responde a un deber, para facilitar su cumplimiento. Pero el placer no es más que una satisfacción instrumental de la cual debo servirme, y no un fin en sí mismo.
Equivocarse en el placer creado, y vivir para gozar de él, es trastornar horriblemente todo el plan divino de la creación. Porque, ciertamente que el placer es bueno, pero es cuando está bien empleado. Si abuso de él, se convierte en el peor de todos los males y en fuente de todas mis infelicidades. Bien empleado nos hace santos; mal empleado, nos condena.
Preparado por:
Padre Alonso Saenz
Julio G. Melendez-Morales
No comments:
Post a Comment